miércoles, 21 de marzo de 2012

Crónica: Festivales en Java


Una agradable tarde en la isla de Java, experimentados jugadores en el arte de la planificación de bancales de arroz se enfrentaban a dos primerizos aspirantes. Se jugaban el éxito y la fama en ser los mejores constructores de palacios, palacios enormes nunca vistos en la isla de Java, ¿quién de ellos organizaría los más vistosos y sonados festivales?.


En el lado del llano, se encontraban los pacíficos Naranjas (Laia) compartiendo la llanura con los astutos Blancos (Sandro); en el lado contrario, en las montañas volcánicas, se preparaban los temibles Rojos (Pili) justo al lado de los desconfiados Negros (Dani). Cada uno de ellos se encontraban en igualdad de condiciones, podían en su turno escoger hacer seis acciones entre las diez opciones posibles (8 de ellas con un cierto coste y 2 gratuitas). Podían crear arrozales y ciudades en diferentes niveles de 1, 2 o 3 terrenos (1 acción por creación), acceder a ellos por el llano (1 acción por trabajador) o por la montaña (2 acciones por trabajador), podían ir de los arrozales a la ciudad o viceversa (1 acción por desplazamiento), construir palacios (1 acción por construcción) o ampliarlos (1 acción por ampliación) , crear lagos (1 acción por lago) y contratar uno (1 acción) o máximo dos grupos (2 acciones) para los futuros festivales,  pero además podían desplazarse libremente, sin coste alguno, por los arrozales y así poseer los mejores lagos o conseguir el mayor estatus en las ciudades y hacerse con el gobierno del palacio y así organizar o participar en los festivales con el espectáculo más apropiado.

Al principio la isla se encontraba totalmente virgen, y en cuestión de minutos, empezaron a florecer bancales de arroz por doquier, con pequeñas ciudades y modestos palacios. A primera vista, parecía que cada uno quería centrarse en sus propios actos y negocios, y reinaba una atmósfera de paz y convivencia mutua. Pero los Rojos, apasionados, no se hicieron esperar, entraron dando voces en todas las ciudades ajenas y queriendo hacerse con ellas, con sus recientes inaugurados palacios, destacarse con el festival más suntuoso. Mientras algunos, aún distraídos, nos esforzábamos en construir algún que otro lago del máximo tamaño posible y así abastecer a nuestras diminutas y humildes ciudades, olvidando por un momento, que la lucha era por la fama.


Su temprana provocación configuró un rápido paisaje de empinados arrozales de cinco o seis niveles, con escarpadas ciudades dónde hacerse un lugar en lo más alto seria una ardua tarea. A partir de entonces esa fue la tónica, invadirnos unos a otros por la posesión y el control de la ciudad y así poder ampliar su palacio para acto seguido inaugurarlo con un suntuoso festival. Los Blancos, tímidos al principio, no se atrevían a tan descarado atrevimiento pero poco a poco fueron encontrando la manera de ir tomando posiciones y hacerse con alguna que otra ciudad, su palacio y la creación de algún sobrio festival. En cambio los Naranjas sufrieron varios tsunamis, el "Diana" o el temible "Ginebra", distrayendo su atención a lo que estaba ocurriendo a su alrededor y sin muchas posibilidades de programar festival alguno. Fue entonces cuando los Rojos se aprovecharon del caos de la situación para convertirse en el rey incuestionable de algunas ciudades, a la vez que se atrevían a dar consejos de como gestionar nuestros negocios y así disimular sus oscuras intenciones, ser el único representante de cada uno de los palacios y conseguir hacerse con el mejor festival. Dada la complicada situación del panorama, los Negros iniciaron una nueva ciudad por el lado escarpado de la montaña, con la esperanza de gobernar en solitario y poder organizar un festival inolvidable. Pero la suerte ya estaba echada, toda la isla hablaba de los pomposos festivales de los Rojos, ni en el acto tardío de los Naranjas construyendo varias ciudades y realizando decentes festivales lograron aplacar a un público totalmente volcado en el éxito conseguido por los Rojos.  

Blancos, Negros y Naranjas nos resignamos a aceptar la popularidad que habían alcanzado los Rojos, con los mejores festivales que se habían celebrado en la isla de Java. La Fama fue suya... por esta vez.



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